RUBÉN GARRIDO:
EL CÓMIC
QUE NUNCA EXISTIÓ
Entrevista de Enrique Bonet
Publicada en "U" nº 24, junio 2002
La historieta española de los 80 no hubiera sido la misma sin
autores como Rubén Garrido, un dibujante inclasificable, inconformista
e inquieto, cabeza visible de la llamada entonces "escuela granadina
de tebeos" y, durante un tiempo, uno de los puntales de la revista "Madriz".
Un autor que, desde un profundo y lúcido conocimiento del lenguaje
que tenía entre manos, llevó a la historieta a zonas inexploradas
que cuestionaban sus propios límites. Prácticamente desaparecido
durante unos años de la escena del tebeo, su tímido reencuentro
con los lectores, gracias a la reciente aparición de "La
pulga en llamas" y de su manual "La historieta (para todos
los públicos)", nos sirve de perfecta excusa para mantener
una larga conversación con él, repasar su trayectoria y
descubrir algunos de sus proyectos...un ejercicio siempre estimulante
que nos demuestra que Rubén todavía tiene mucho que decir
y, esperemos, que dibujar.
EL LECTOR DE TEBEOS
Es realmente difícil saber por qué empecé a hacer
historietas. Sí fue muy importante el que mi hermano Julián
leyera, comprara y coleccionara muchos tebeos, y a mí me llegaran
sin ningún esfuerzo. Todos los hermanos devorábamos revistas
como "Chío", "Gaceta Junior", "Strong" de
Rey Ferrer, que era perfecta, genial, "Trinca", "Bang"...y
también entre el año 72-73, las ediciones francesas de "Pilote", "Tintín" y "Spirou",
que extrañamente llegaban a Granada todas las semanas. Y por supuesto
las revistas de Bruguera. Ver aquello con 13 ó 14 años,
era un pelotazo, un descubrimiento. Para mí aquellas revistas
fueron muy importantes y me educaron como lector de tebeos; allí además
cabía la sorpresa, de repente se le daba a un autor la posibilidad
de hacer su ida de olla particular durante los números que quisiera...echo
mucho en falta eso, una revista donde puedan ocurrir esas cosas. Pienso
que las revistas son al dibujante como el directo para un cantante: el
libro sería el disco, la revista es como el concierto, es la que
te da ese contacto más directo y continuado con el público.
Y las revistas que yo leía, desde "Chío" hasta "Trinca",
iban dirigidas al público en general, no al aficionado. Era un
momento distinto al que se vivió después; a partir del
nacimiento de la revista "Tótem", los editores se inventaron
lo del aficionado al cómic, lo que creo que fue un gran error,
porque un medio no vive de los aficionados a ese medio, vive del público.
Actualmente las publicaciones se dirigen a eso que llaman aficionado
al cómic que es, realmente, un aficionado a géneros.
Es verdad que a finales de los setenta, a partir de "Tótem",
el tebeo había creado grandes expectativas en la progresía del
momento, pero esas expectativas no se cumplieron. El problema fue doble: por
un lado, una incapacidad para educar y explicar al público el material
que venía de fuera, y por otro, que los editores españoles que
produjeron material de autores españoles no supieron cumplir aquellas
expectativas hacia un nuevo tipo de tebeo. Y además estaban las necesidades
del propio medio, que durante muchos años había sido el rey del
ocio, hasta que aparece la televisión, que es capaz de ofrecer un ocio
más rápido y más barato, y el público se corre, en
todos los sentidos, hacia ese nuevo medio. La historieta tenía que reaccionar
ante esa nueva situación, pero ese cambio no se hizo bien. Desde entonces,
los editores no han hecho más que ir sumándose a las distintas
modas, sin ir dejando nunca un resquicio para la renovación. Ha sido una
política de tierra quemada. Los editores no se comportan como editores,
sino como público: sólo editan lo que creen que el público
quiere, aunque tampoco se venda.
Otra cosa a resaltar es el haberme educado en la historieta alejado de los
centros de producción y edición. Barcelona, Madrid... las ciudades donde
se editaban las revistas que leía estaban lejos. No viví el mundillo
del tebeo y aparte de unas cuantas personas que sabían quien era Vázquez
o McCay, el resto de nuestras amistades no tenía ni idea. Nosotros nos
encargamos de que se enteraran.
En 1979 fui por vez primera a Barcelona con mis historietas. Ver los kioscos
de las Ramblas fue estupendo... el Mercado de San Antonio, visitar a algún
profesional (Carlos Giménez fue muy amable) y ver su estudio fue maravilloso
para el jovencillo que entonces era. Pero mi relación con el mundo editorial
de la historieta fue una historia de amor imposible. A pesar de conocer a mucha
gente del mundo de la historieta y ser yo conocido, sólo he llegado a
publicar a nivel nacional en la revista "Madriz". ¿Que cómo
es esto? Pues mira, la revista "Madriz" era leída por gente
que no era aficionada y por tanto los materiales que publicaba, cada uno con
su calidad, no respondía a los estándares que pide el aficionado-maniático,
alimentado por editores que no paran de ofrecer lo mismo aburriendo de esta manera
hasta a los borregos (no lo digo yo, lo dice el mercado y las bajas ventas).
En "Madriz" sí entró mi trabajo. Antes y después
de "Madriz" contacté con editoriales de cómics y no encajaba
ni a tiros. En esas revistas se obligaba a seguir unas líneas (fracasadas,
porque de aquello queda bien poquito, lo dice de nuevo el mercado): que si línea
clara, que si línea guarra, que si copia a Corben, que si ahora a Moebius,
que si las pollas más grandes y los coños más húmedos...yo
tengo una desgracia, o una gracia, sólo y con mucho trabajo, sé hacer
lo que buenamente hago y cuando un editor me ha dicho que escriba burro con
uve, no he sabido.
Para muestra un botón. La revista "Cairo" me llamó para
publicar un tebeo de dos páginas que salió en su momento en "La
Granada de Papel". "Mira qué bien", digo yo, "por
fin voy a cobrar dos veces por un trabajo". No veas tú el lío
que formaron porque el tebeo no tenía título y había que
ponerle un título porque sino el lector lo veía raro, que si había
que ponerle la palabra FIN porque sino el lector no sabía que la historia
terminaba y se hacía un lío... ¡Qué triste y qué poco
rentable ha sido considerar tonto a tu público! (insisto: lo dice el mercado).
Para rematar la faena, sin ninguna consideración ni decirme nada, pegan
sobre mi rotulado (que era perfectamente legible) unos papelitos con otro rotulado
más estándar, porque ya se sabe, el público es tonto de
capirote y si no era con el rotulado de siempre no se enteraba. Pues imagínate
después de estas tonterías las ganas que te quedaban para ofrecerles
algo.
Por supuesto, en todas la revistas, "Cairo" incluída, hay
buen material. No pueden evitarlo por mucho que lo intenten.
FINALES DE LOS SETENTA
Yo era un dibujante malísimo, sin facilidad ni don para el dibujo. He
aprendido copiando viñetas literalmente, igual que un copista del Prado
ante un cuadro de Velázquez. Pero además copiaba cambiando de
estilo: "ahora
quiero ser un dibujante serio", y copiaba a Foster, a los franceses..."ahora
quiero ser un dibujante cómico", y copiaba a dibujantes de humor...
Así estuve cambiando muchas veces, y al final lo que queda es una especie
de mezcla, un híbrido, unos dibujos -me parece- de una apariencia muy
vital, muy fresca, pero a la vez muy detallados y "verídicos".
Desde que empecé a dibujar un poco más en serio -hablo de finales
de los setenta, yo era un adolescente- siempre he usado la historieta para
contarme a mí mismo. Y esto lo digo en todos los sentidos: hablaba de
mis cosas y no me planteaba, ni por asomo, editar esas historietas -un montón
de páginas que yo llamo mi
tesis, que contaban sensaciones, ideas
abstractas. No contaban la historia concreta de uno que se levanta y se llama
de una manera y vive en una casa reconocible. Hacía una narración
abstracta. No hablaba de la soledad de un protagonista concreto, hablaba, normalmente
en historietas de una página, de la soledad o de otras cosas de adolescente,
de una forma general. En ese momento no había nada de eso, ningún
referente, así que tuve que inventarme una forma de narrar.
Usaba la historieta porque era lo que tenía más a mano.... Y
trabajaba con materiales naturales para mí: bolis y rotuladores. La
plumilla la utilicé más tarde y más o menos conseguí defenderme,
pero a años luz de aquellos para los que la plumilla fue el instrumento
que utilizaban de pequeños en el colegio. Lo mío, como te digo,
eran los bolígrafos.
Conocer por entonces a Carlos Hernández fue también importante.
Los dos escribíamos, dibujábamos, hacíamos tebeos a nuestra
manera, nos gustaba el humor. Hicimos juntos Al
Trote, una sátira
del Mundo del Arte. Ocho páginas que nos llevaron un año y pico,
hasta terminarla en 1979.
Los primeros tebeos que publiqué eran tebeos de barrio, con guiones de
las asociaciones de vecinos para contar sus problemas. Me metí en un grupo
en el que conocí también a Pepe Tito, y donde también estaba
mi hermano Julián -de ahí surgió "un equipo andaluz
de tebeos, (f.d.)"-. Pero a la vez que hacía tebeos sociales, muy
conectados con la realidad y los problemas de la calle, yo continuaba con mi
otra línea mucho más intimista.
1980/85
Después del equipo seguí yo solo realizando encargos,
sobre todo institucionales, en los que seguía utilizando el
tebeo para contar temas ciudadanos, laborales, urbanísticos,
de salud o de educación. Yo
he entrado en la publicidad por medio de la historieta. Estos primeros folletos
que hacía eran tebeos adaptados al formato del folleto. Los formatos
son otra cosa que siempre he tenido muy en cuenta. Poco a poco, estos primeros
tebeos publicitarios
han ido evolucionando hasta la actualidad, donde sigo utilizando recursos de
la historieta sin que el resultado definitivo sea una historieta convencional.
Lo que sí es, es una narración gráfica en el sentido en
que hay un principio y un final.
Montamos un estudio entre Paco Quirosa, Joaquín López y yo (83).
Trabajábamos juntos y por separado en tebeos y diversos encargos. Por
aquel estudio pasaban los jóvenes dibujantes de entonces, entre ellos
tú mismo, Enrique. Nosotros ya éramos los "mayores" y
los "profesionales", pero ni éramos mayores ni éramos
profesionales en el sentido de publicar continuadamente. Nos tocó ese
papel.
Por entonces abandoné mis tebeos "abstractos" y empecé a
hacerlos con una factura más estándar. Me paso a la plumilla y
ya no la abandoné hasta la etapa del "manchurrón". En
ese estilo más tradicional publiqué (en la guía del ocio
Gong) una tira semanal, El Gato. Luego salió la "Granada de Papel" (1985),
una publicación dirigida por José Tito y editada por el Ayuntamiento
de Granada. Era el "Madriz" de Granada. "Don Pablito" (1985)
fue un suplemento de tebeos de otra guía (Granada en mano), en la que
publicábamos Ozeluí, Carlos Hernández, Joaquín López
Cruces, Paco Quirosa, Jóse Tito y yo, que también dirigía
el cotarro. Teníamos un contacto con el público, público
que no era aficionado al cómic: era el público. Duró 16
semanas y no vimos un duro, pero nos lo pasamos muy bien. "Don Pablito",
aparte de dar nombre al suplemento, era un personaje que luego retomé en
1994.
Por esta época, enero de 1984, empecé a publicar en Madriz.
LA MILI EN MADRIZ
Yo hice la mili en Madrid (1982) y allí conocí a Felipe Hernández
Cava, que por entonces era el guionista de El Cubri. En nuestras charlas yo
le contaba que me gustaría hacer una serie sobre la mili, pero no desde
una óptica
reivindicativa ni social, porque yo ya daba por entendido en aquel entonces
que la mili era inservible y que así era asumido por la mayoría
de la sociedad. Mi idea era hacer algo intimista, contar lo que siente una
persona
-cualquier persona- cuando está en un sitio al que le han llevado por
la fuerza. La mili es una experiencia flipante, rarísima, y esa sensación
de soledad, de extrañeza, era la que yo quería contar. Así que,
cuando en el año 85 se prepara la revista "Madriz", Felipe
me encargó la serie. Es una serie con una factura gráfica tradicional,
sin ese toque moderno que tenían la mayoría de las historietas
de la revista, pero con un planteamiento que rompía con la manera estándar
de plantear ese problema: pasaba de plantear como un problema social la mili
a contarlo como una experiencia individual, intimista, con la vuelta de tuerca
de que tampoco hay
un personaje
fijo. El
soldado no tiene un nombre, no es el mismo en cada historia. O sea: una historieta
intimista,
pero sin personaje. La serie, además, es un viaje gráfico, va
evolucionando de una forma natural, sin que yo me lo planteara, desde un grafismo
muy tradicional
hacia otro más expresionista y rompedor.
"Madriz", en su momento, fue una revista muy importante y acertó en
sus planteamientos...pero el sueño de "Madriz" produjo monstruos.
A raíz de su éxito, muchos ayuntamientos se dedicaron a sacar su
revista de tebeos, generalmente con muchos medios pero muy pobres resultados. "La
Granada de papel" también surgió aprovechando aquel momento,
y aunque comparada con el resto no estaba nada mal, no llegó a cuajar
como concepto de revista. Ahí seguí publicando otras historietas
de corte intimista y seguí explorando una línea gráfica
más brusca, más deformada y expresionista.
En "Madriz", después de la serie del soldado, hice "El
Pirata": una historieta de siete páginas en las que estuve currando
cuatro meses y medio. Yo siempre había hecho historias cotidianas, con
adolescentes y gente corriente. Pero de pronto aquello se me acabó, no
tenía nada que contar. Ya no me servía. ¡Me veía acabado!
Estaba absolutamente desesperado, pasando una gran crisis...hasta que un día
veo en mi cabeza la cara del pirata gritando. Me obsesioné con aquella
imagen, me empeñé en hacer una historia de piratas, además
me apetecía mucho intentar hacer una historieta de género. Después
de darle muchas vueltas, el proyecto se concretó en una historia de siete
páginas, sin palabras, en blanco y negro, en la que casi todas las perspectivas
son en ojo de pez. Yo siempre he dicho, salvando todas las distancias, por supuesto,
que "El pirata" es mi "Ciudadano Kane", sólo que Orson
Welles la hizo al principio de su carrera y yo la hice al final de una de mis
carreras (risas). La relaciono con esa película por la obsesión
por la profundidad de campo, por querer buscar esa "cuarta pared" que
hay detrás y que nunca se ve...Me documenté muchísimo y
me la curré tanto que mientras la dibujaba no paraba de preguntarme "y
después de esto, ¿qué?". Esto, además, iba a
ser una serie: después del pirata, pensaba hacer otras historietas sin
palabras tocando todos los géneros...de romanos, del oeste...pero después
de acabarla, será por mi incapacidad o porque acabé literalmente
hasta el culo, ya no veía más que "El pirata". No me
veía haciendo más historietas en esa línea, creía
haber llegado al límite. Además en esa época yo era muy
radical, actuaba dando hachazos: yo quería ir rápido, tirar para
adelante. Pero de aquel proyecto me quedaron montones de dibujos, historias y
documentación que mucho después me sirvieron para otra línea
de trabajo, unas narraciones gráficas que no son historietas y que yo
llamo "En una palabra".
En el 84 me hice con el Mortadelo
de Oro, premio que promovía
Editorial Bruguera. Por un lado estaba en la modernidad con "Madriz",
y curiosamente fui premiado por Bruguera, representante del tebeo estándar.
Estaba en todas partes y no cuajaba en ninguna. Bruguera me propuso trabajar
para ellos pero me imponían unas condiciones tan tontas que les daba
largas hasta que se aburrieron.
EL MANCHURRÓN
Cuando acabé "El pirata" me parecía que toda esa etapa
ya la tenía muy quemada. Por aquel entonces también se estaba
muriendo mi padre, que es un dato importante; y entonces volví a ver
lo que yo hacía en el año 77 (Mi
tesis)... Quise volver a hacer
aquello, pero sumándole
toda mi experiencia en la etapa del tebeo tradicional; dejé de dibujar
con plumilla, cogí rotuladores gordos, finos, duros, blandos, de colores
(nada de pinceles), y también me lanzo con el color. Lo primero que
se edita de esta época (que yo llamo "del manchurrón" para
que quede clara mi falta de pretensiones) es Pienso
con mucha luz,
en "Madriz". En esta historieta, y en las que hago en esta época,
desaparece la ambientación, la iluminación, los personajes y
vuelvo a contar ideas y sensaciones. Y para eso lo único que me servía
eran los manchurrones, porque no tenía nada que dibujar. Aunque distinto
de lo que hacía a finales de los 70, me sentía como pez en el
agua porque esta forma de contar me era muy familiar. Para no entrar en discusiones
inútiles sobre si los trabajos de esa etapa eran o no historietas, yo
digo que es un trabajo en el que yo ponía mis normas, y el lector que
quiere entra, y el que no, pues no entra, y no pasa nada. Tiene relación
con la historieta, pero yo no sé si los críticos lo verán
como parte de la historieta española o no. Eso ya no es un problema
mío,
es de los críticos. Lo que sí sé es que eso es narración:
yo estoy contando cosas no convencionales y de una forma no convencional, sin
dibujos, pero estoy contando una cosa antes y otra después: hay momentos,
hay una secuencia, y además las elijo yo con un sentido determinado.
Hay narración. También en ese momento me interesaba muchísimo
el lenguaje publicitario: en cierto modo, lo que yo buscaba era hacer publicidad
de mis ideas.
Iba a toda pastilla. Por ejemplo, yo quería publicar una historia de manchurrones
en tres páginas impares consecutivas, o quería disponer de toda
mi página sin que me impusieran una numeración determinada o una
manera de poner el nombre del autor. Eran exigencias que a lo mejor pueden parecer
exageradas, pero eran las que yo veía necesarias entonces, era una manera
de reclamar todas las decisiones que afectaban a mi página y a mi trabajo.
Pero ese tipo de exigencias chocaban con la publicación. Yo estaba tomando
posturas muy radicales y finalmente dejé de publicar en "Madriz".
En "La luna de Madrid" se publicó Te
lo digo como te lo digo. Me autoedité He
visto tus pelos, sacamos un número
de la revista "¡Zumba ya!", junto con Joaquín López
Cruces, Carlos Hernández y Jacinto Gutiérrez, seguí haciendo
ese tipo de manchurrones y otros experimentos con cartulinas recortadas, hasta
que llegó un día que dije, otra vez...¡estoy acabado! Ya
no podía más, aquello no me servía para nada, y encima estaba
arruinado. El golpetazo fue tremendo, porque por un lado yo pensaba que había
hecho algo interesante, pero veía que no me servía absolutamente
para nada, no le interesaba a nadie, y también había tomado unas
posturas tan radicales que ya no sabía ni dibujar; tuve que rechazar trabajos
porque era incapaz de dibujar "tradicionalmente". Un poema.
ENTREPIERNAS
En el 89 me invento "Entrepiernas". Todo empezó cuando el Patronato
Municipal de Escuelas Infantiles de Granada me encargó un cartel. No se
trataba de buscar niños para sus escuelas. Se trataba de decir a la ciudad:
aquí estamos, trabajando con los niños de Granada. Yo ya había
trabajado en temas de escuelas infantiles, había dibujado una y otra vez
a los niños jugando dentro de la escuela. De pronto, ¡flash!, saco
al niño a la calle y juego con esa sensación que tantas personas
hemos tenido de ver a los pequeños vivir en un bosque de piernas. El cartel
fue un éxito (me contaban que el alcalde de entonces decía que él
quería vivir en un bosque de piernas). Me gustó la idea y empecé a
dibujar unas tiras con niños y de fondo las piernas de los adultos. Aquello
tenía gracia. De pronto, un punto entra en la viñeta dando saltos.
Un niño lo ve y dice que es un bicho, que lo va a espachurrar. "¡No
lo hagas!", le dice una niña, "¡es mi hermanito!".
Había nacido ENTREPIERNAS. La empecé como tira para prensa en blanco
y negro (siempre tenía tres viñetas) y también me hice medias
páginas a color. Lo moví por periódicos pero no colaba
ni a tiros.
Desde entonces hasta ahora, a pesar de que se ha publicado muy poco de Entrepiernas
(en la revista "Viñetas" y en "La pulga en Llamas")
yo la he seguido por mi cuenta. Cada equis tiempo me da por Entrepiernas y me
hago nuevas cosas... me gusta mucho. Lo he ido desarrollando desde mi casa como
si existiese: me he inventado un marketing, una publicidad...es una especie de
universo virtual que existe aunque nadie lo haya visto. Tiene además diversas
posibilidades, muchas ramificaciones...en el universo "Entrepiernas" hay
libros de tebeos, libros para niños, películas y series de animación,
materiales pedagógicos, chistes sueltos...hay una subserie que es "Entreviñetas",
otra subserie de sueños, otra que continúa la idea de "En
una palabra"...Creo que con Entrepiernas he llegado a un momento en el que
el vanguardismo y lo popular se unen; quizá en la época del "Madriz",
en la época de los manchurrones, yo me veía como un vanguardista:
ser vanguardista significaba que yo tenía razón y los demás
no. Pero ahora mismo no le veo sentido a hablar de esas diferencias.
Otra serie que hice, y que ya he citado antes, fue "En una palabra" (90).
Se trataba de coger la palabra que define un género, "oeste" por
ejemplo, y transformar cada letra de esa palabra en una imagen del género
en cuestión. Retomé la idea que tenía de hacer una serie
sobre los géneros (el primer capítulo era el pirata) pero a estas
alturas no veía nada claro inventarme una historia. Conté los géneros "En
una palabra". Me hice tres entregas (oeste, romanos y piratas), las moví por
distintos sitios pero a nadie le interesó. El color se lo daba con tramas
de colores. Las recortaba con cúter y las pegaba en el sitio que le correspondía.
Parecía como vestir a los muñecos. Cuando descubrí el año
siguiente el programa "Free Hand" me quedé a cuadros... aquello
me resultaba familiar y mucho más fácil.
En el 91 empecé a hacer collages. Estaban ya inventados pero para mí fue
un descubrimiento. Debo de tener unos trescientos. Algunos están reunidos
en series: "Las nuevas aventuras del Capitán Trueno", "Flash
Gordon" le da al pincel", "Pero qué arte", "Sexos
para qué os quiero", "Personalidades", "Cinco momentos
con Hopper"... y tengo en cartera unas cuantas series más.
LO DIGITAL
A finales del 90 entra en casa el ordenador. Me costó un montón
al principio acostumbrarme pero cuando le pillé el truquillo (haciendo
Entrepiernas digitalmente: escaneo, vectorizado y color) me sacó de...
por qué no decirlo, de la soledad y la incomunicación. El ordenata
me dio nuevos bríos. Me conectó con el presente y con el futuro.
Es muy importante que distintos profesionales que antes trabajaban cada uno con
lo suyo, ahora se conecten porque utilizan el mismo instrumento de trabajo. Mis
historietas, escaneadas y luego vectorizadas, interesaban y llegaban a personas
que no hacen tebeos pero que también curran con "Free Hand" y
otros programas.
En el 92 saco "La tapadera". Aparte de mis dibujos y textos, estaban
también Carlos Hernández y Ozeluí. La revista era un formato
A3 doblado en plan acordeón y vuelto a doblar de tal manera que te cabía
en el bolsillo del vaquero. Era un pelotazo. Entonces todo eran A4 verticales,
por lo menos lo que yo veía en Granada y por ahí. Iba a dos tintas
y me la hacía en "Free Hand". Era flipante volver a casa a las
tantas de la noche con alguna idea para la revista, encenderte el ordenador y
hacerla directamente en el archivo de la revista. ¡Viva el dígito!
ANIMACIÓN
A partir del 93 le hago a Inma Rodríguez los guiones y los storys de sus
cortos de animación con plastilina: desde cosas en super 8, producidas
por Inma en plan casero, hasta lo último que se ha hecho (en el 2000)
en 35 mm. ya producido muy bien por La Mirada. Hacía los storys como podía.
Fue trabajando en la serie para TV de Cuttlas (Valencia, 96) donde se despejaron
mis dudas y aprendí a hacer un story para animación. La misma productora
de Cuttlas me produjo el corto Entrepiernas (Valencia, 96), que era también
el piloto para una serie de TV. Muevo el proyecto de Entrepiernas desde entonces
y voy haciendo guiones, storys y distintas aplicaciones del mundo de Entrepiernas.
Ahora estamos en la moda de lo borde, y por eso es difícil que interese
un producto como el mío, que no encaja para nada en esa moda. Ojo, que
no estoy poniendo ninguna pega moral, le pongo pegas a la norma, que me aburre.
En general "Entrepiernas" gusta a todo el mundo, no molesta a nadie,
no hay palabrotas, los niños y las niñas se comportan indistintamente...
sé que puede parecer soso, porque he huido siempre de contar la típica
historia que se cuenta en todas las series: la de la redención. En todas
las series, hasta en los Simpson, a los personajes les pasa algo y se redimen
al final. En mi serie no hay nada, no hay moral, no hay hombres ni mujeres, no
hay personajes fijos, no hay conflictos...a mis personajes les pasan cosas pero
no se redimen.
AHORA MISMO
De cara al público, he sacado algunas cosas en el último año
(2001). "La pulga en llamas" (de la Factoría de Ideas) es un
comic-bock con cosas de Nicolás, Ozeluí, Chema García y
mías. A través de Álvarez Rabo conocí a Miguel Ángel,
el editor de la Factoría, y quedamos en que se podía editar algo;
coincidió también que Chema y Ozeluí volvían calientes
del Salón de Barcelona, con muchas ganas de sacar algo juntos...así que
preparamos un comic-book con cosas nuestras y de Nicolás, se lo presentamos
a La Factoría y le interesó. Ha sido muy agradable volver a publicar
una revista. En La Pulga saco historietillas hechas con una factura muy rápida,
cosas cortitas y con un aspecto muy suelto. También saco algunos collages.
La verdad es que no abandono la idea de hacer algún día una historieta
larga, me encantaría hacer algo ambientado en Granada, pero pertenezco
a una generación que nunca hemos hecho historias largas; mis historias
siempre han sido cortas porque era lo que me salía de forma natural y
porque nunca se me ocurrían guiones para historias largas, pero me encantaría
encontrar un guionista con el que pudiera sintonizar para hacer una historieta
larga.
Otra cosa que he sacado es "La historieta al alcance tus ojos". Desde
el 79 doy cursos sobre el lenguaje de la historieta. Me he devanado los sesos
para explicarme a mí mismo y a los demás los recursos gráficos
y narrativos de este medio. A lo largo de 20 años he ido puliendo el asunto,
y tenía ganas desde hace tiempo de convertir aquellas clases en un manual.
Después de varios intentos consigo hacerlo por fin este año y,
gracias a las facilidades de Gráficas Granada, sacar 500 ejemplares para
darlo a conocer. Hay un montón de libros y manuales sobre el tema. En
todos los que he leído hay cosas muy interesantes, pero mi manual es un
método, un orden asequible para todo el mundo, entendidos o no. Y sobre
todo es entendible, no me hago pajas mentales y voy al grano comentando exclusivamente
lo que ven nuestros ojos.
Cuando hago este manual o doy clases sobre tebeos no lo hago para quien se
quiera dedicar a esto (que también). En un sitio me dijeron que "cursos
de tebeos, no, porque ya no se hacen tebeos". Es cierto. Este medio no da
de comer a sus profesionales como antes que más de uno vivía de
esto. Pero ahora tampoco se hacen ermitas románicas y se estudian con
lupa, cosa que me parece muy bien. Si se quiere entender el siglo XX no se
puede ignorar la historieta. Aparte de que muchas cosas que digo sobre la historieta
valen para cualquier medio del lenguaje visual.
También doy clases sobre publicidad, tema que me interesa mucho, maquetación
de revistas, sobre storys... a la pedagogía del lenguaje visual le he
dedicado mucho tiempo y me tira mucho.
Y lo último mío que ha salido es el libro de Don Pablito, que se
editó en el Expocómic de Madrid del 2001, coincidiendo con una
exposición mini-retrospectiva mía, y con el que se pretende inaugurar
una colección de tebeos del salón madrileño. En realidad
es la recuperación de un librito que yo me había autoeditado de
manera totalmente artesanal hacía unos cuantos años, con una tirada
muy pequeña y que, por supuesto, está más que agotado y
mucha gente no llegó a conocer.
Lo cierto es que ahora mismo estoy volcando casi todas mis ganas y mis energías
en mi página web. La web me da la posibilidad de hacer público
un trabajo que de otra manera se me quedaría guardado en los cajones,
y además en un lugar donde en teoría puede ser visto por un público
inmenso. De momento voy metiendo todo lo que me apetece y la voy cambiando y
actualizando continuamente; hay trabajos ya hechos hace tiempo, publicados o
no, y trabajos nuevos...hay tebeos, textos, collages, trabajos publicitarios...un
montón de cosas que me van sirviendo, además de para mostrar mis
trabajos, como propia herramienta de aprendizaje. La página va creciendo
al tiempo que yo me voy ejercitando y aprendiendo. La verdad es que ahora mismo
es, sobre todo, una válvula de escape cojonuda, y con el tiempo espero
poder cargar trabajos pensados expresamente para la web, aprovechando sus posibilidades
específicas.
Yo nunca he abandonado el tebeo. Para mi la historieta es algo personal y transferible,
nunca ha sido un medio de vida, a mi pesar, tampoco he sido un profesional
del medio, también a mi pesar, pero por eso mismo mi relación con la
historieta ha sido siempre muy íntima, y realmente en la historieta es
donde yo aprendí a ver y a trabajar con un montón de elementos,
porque aquí tú te lo tienes que currar todo: encuadres, iluminación,
movimientos de cámara... ese aprendizaje lo he seguido desarrollando luego
en otros lenguajes que también me interesan, como la publicidad, la animación...
En fin, yo siempre digo que nunca pasaré a la historia, pasaré a
la historieta.
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